viernes, 25 de enero de 2013

Morir Jóvenes

Comienza besándome en el cuello, acariciando mi barbilla con tu mano derecha mientras tu zurda roza mi espalda, a la altura de la cintura. Suavemente, como en un sueño de pasión, como en una noche mágica, me dejo llevar. Poco a poco. Inconsciente, mi cuerpo empieza a sudar, a humedecerse. Comienza el ardiente calor, un calor que tú me contaminas con el aliento de tu boca al roce de mi yugular. Yo no sé qué hacer, te presiono contra mí, agarro tus fuertes nalgas rasgando con mis uñas la tela vaquera de tu pantalón, intentando exprimirte contra mi cuerpo, queriendo fundirme contigo en un arrebato de pasión. Terminas por un lado y sigues por el otro, yo subo mis manos recorriendo tu dorsal, oprimo tus hombros, y violentamente me hago con el control de tu cara, nos besamos, fuertemente, arrebatados, locos. Sudando como perros en la noche del infierno.

Entre nuestras lenguas se puede percibir el fuerte sabor del alcohol, ron, whiskie, qué sé yo: estamos borrachos, jugando como críos en un anochecer de verano. Fue cuando te empujé contra el suelo cuando pude ver cómo te mordías los labios, cómo tus dientes sobresalían impulsivos intentando levantar la carne de mi boca. Nuestras miradas eran un show, fieras, ardientes, mágicas, temblorosas, ansiosas de sangre fresca, de vida, de vigor.

-"Hazme sentir joven"—te pido. Y comenzamos a frotarnos desesperadamente, buscando el círculo del fuego, el circuito del agua de la vida, la magia de la noche. Ni siquiera somos conscientes del agua, que golpea fuertemente mi espalda, la cual protege tu pecho desnudo, musculoso, mojado por las gotas que resbalan por mi carne, por mi cabeza. Ahora eres tú quien con tus manos tanteas mi cuerpo, y sin poder resistirte olvidas que existe la ropa y metes la mano bajo mi pantalón. Eso sí que me vuelve fiero y te muerdo el labio, ahora me muerdo el mío y te miro. Nos miramos, ardemos en pasión, queremos más, queremos fuego. Y me lanzo a más, ahora beso yo tu cuello, besos cortos que recorren tu cuerpo mientras te retuerces en el éxtasis. Ahora toca tu pecho, puedo saborear la mezcla del perfume, el sudor y el agua de la lluvia, mezclado con el aroma de la hierba. Más abajo, más. Y al fin me encuentro con otro impedimento. Pero no me importa porque puede que esta sea la noche de nuestras vidas. Aprovechémosla como si fuésemos a morir jóvenes.

.........................CONTINUARÁ................

martes, 22 de enero de 2013

Te siento dolerme

Ni te imaginas lo emparanoiado que estoy contigo en estos últimos cinco días, he estado noche tras noche, mañana tras mañana, pensando en ti, en tu nombre, en tu cara, intentando recordar tu voz, imaginando cómo te llamas. Pero nada, sigo igual que hace una semana, sin dar ningún paso, ningún paso, excepto el paso más importante: has dejado de ser mi pensamiento para convertirte en mi obsesión y eso, querido.... ¿Amigo? No sé, pero lo que digo es que eso no es muy bueno en mí, que me conozco. Cuando me sucede eso con una persona, pasamos a otro punto y así sucesivamente hasta que es inevitable sufrir, doler.

Te siento dolerme a veces, y eso que no te conozco de nada, bueno, de nada no, que te he visto en clase durante los últimos seis meses. Y quizá eso es lo peor, el tener que verte todos los días, bueno, ojalá fuesen todos, pero no. Cuando acaba el miércoles, deseo que llegue el lunes para volver a verte, para volver a sentir tu voz cuando te sientas detrás, normalmente. ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué al menos no te puedes sentar a mi lado, o delante, para así poderte ver mejor y desahogarme?

Sé que me estoy metiendo en un berenjenal y que ni siquiera podrías llegar a sentir nada por mí, y ni siquiera, no sé, sentirte atraído por mí, quizá sean otros, más bien dicho, otras, tus gustos, pero no me importa. Sólo quiero que llegue mañana para saber que estás cerca y poder verte de nuevo, mirarte de reojo, mirarte a los ojos. Pero no me basta, quiero más, dime tu nombre, roza mi brazo, dame tu teléfono, no sé, pero haz algo que me haga ver que puedo acercarme a ti, que puedo congeniar más. Pero sobre todo, no me hagas daño, que ya bastante he sufrido. Bueno, ahora te dejo, que de tanto escuchar a Pablo Aborán ya se me están a empezando a revolver los sesos con ñoñeces, no quiero ser ampuloso. Espero que mañana sea nuestro gran día, o al menos, así lo sueño, así lo deseo, así lo pido cada noche al acostarme desde hace una semana.

lunes, 21 de enero de 2013

Die Young

Morir joven, eso es. Lo que todos en nuestra infinita juventud, nuestro exacerbado sentimiento romántico ansiamos con ganas; morir intactos, como nuevos, nada estropeados. Buscamos la manera de ser recordados por una etapa blanca, clara, dulce, brillante, sin achaques, vital, la mejor etapa de la vida; la juventud.

Ese momento de nuestras vidas en el que vivimos entre dos mundos, la madurez tras la infancia y la etapa adulta, cuando toca tomar roles en el camino de las personas, tomar una posición, enfrentarse a las responsabilidades de la vida, pero la juventud... "Juventud, divino tesoro" recogía Espronceda, y así es: divino tesoro, claro arroyo, cuna de luna. La juventud nos permite desfasar, malgastar el tiempo, aprovechar todas las experiencias al máximo, llenos de vitalidad, de fuerza, de fiereza y ganas de luchar. Aunque eso no es así siempre.

Tomamos posiciones rebeldes, fieras, instintivas ante las desgarcias que nos pasan y siempre suele ser porque nos resignamos a vivir, no queremos luchar, y buscamos destacar, exprimir el carpe diem de la vida al máximo.

¿Morimos jóvenes? Sería increíble, pero siempre suele haber algo más allá de la juventud. Aun así, siempre viene bien probar la rebeldía, el tono desenfadado de la vida, probar el jugo de la muerte. Emborrachémonos, bailemos desnudos por las calles, en la noche, sudorosos, lloviendo, al ritmo insaciable de Die Young. ¿Qué nos aporta? Nada, pero al menos no estaremos sentados, deprimidos y quejándonos de las miserias de nuestras vidas. Y matemos nuestro espíritu joven que algún día se marchará.

viernes, 11 de enero de 2013

Para gustos, los colores.

Hoy me apetece hablar un poco de temas íntimos, de temas que no son muy cotidianos, pero que sinceramente forma parte de todos. Hoy me apetece hablar sobre la sexualidad. Sé que no es un tema que venga a cuento, pero como todo lo escribo, no precisamente requiere de una preparación anterior, sale y ya, lo escribo.

Bueno, allá vamos. Yo no entiendo por qué en la vida siempre tienes que formar parte de algo, esa obligación social o natural, qué sé yo, de posicionarse o elegir una determinada conducta, una determinada posición, es que no lo aguanto. La obligación humana de crearse una identidad, de poseer una identidad. Pero ahora que lo pienso es una identidad tipificada, un estereotipo absurdo, tienes que ser de "x" y de "y". O tienes que elegir siempre en gustos, tienes que obligarte, o dejar que te obliguen a pensar según la tendencia "a" o la tendencia "b". Parece que en este mundo no existe el gris, todo es blanco o negro, o al menos, eso es lo que la comunidad social nos enseña, nos obliga a comprender.

Para colmo, las posibilidades de elección entre una cosa u otra te lleva a un dilema enorme en algunas ocasiones, ya que de forma generalizada, las opciones son maniqueas o están enfrentadas entre sí, son contrarias. Llamadme loco, pero a mí no me gusta que me obliguen a elegir, a decantarme, a crearme una identidad como los demás quieran. En política, existe un concepto denominado identidad política, que hace referencia al conjunto de valores, ideales, pensamientos, opiniones y comportamientos que posee un individuo hacia las instituciones política, el poder político y hacia la comunidad. Pues bien, la ideología es uno de los contenidos de la identidad política. En este mundo siempre tienes que elegir entre "derecha" o "izquierda", ¿verdad? Y parece que no puedes tomar lo que te venga en gana de las dos. Si decides tomar una identidad ideológica "a tu manera" y escoger lo bueno de todo y desechar lo malo, te critican, porque actúas de forma convenida y si eliges, debes elegir lo que quieras, sí, pero con todas las de la ley.

¿Acaso existe algún ser indecente, algún detrimento social o moral que me obligue a mí, persona capacitada y libre a elegir? ¿Desde cuando la persona, hablando en términos sociales, metafísicos, si quieres hasta morales, debe amoldarse a una ideología, a una decisión, a una opción? Yo es no lo veo justo, criticadme si queréis. Y máxime cuando ese elemento en cuestión al que "por obligación y tradición social" debemos amoldarnos, es una teoría o un concepto (nada real ni mundano) y que ha sido creado por nosotros. ¿Debemos, entonces, crear una herramienta para la vida y que ésta nos someta a su yugo? ¿Debemos sufrir la esclavitud a todas aquellas cosas que hemos creado? No, ni mucho menos. Soy libre de elegir lo que quiero y ni la tradición, ni los estereotipos, ni siquiera la autoridad puede decirme que no puedo elegir ese camino (siempre dentro de unos límites, claro). Pues aunque no lo creáis, esto tiene que ver mucho con la sexualidad.

De siempre, apoyado por la naturaleza corporal, las personas han visto como predominante la elección de ser heterosexuales. Pero la homosexualidad tampoco es una elección incorrecta, ni mala. Eres libre de elegir. Como dice la Mamá Monster, "a diferent lover is not a sin". Amar no es pecado, y si amas a una persona que rompe con los esquemas de lo natural, lo típico, lo tradicional, lo institucional o lo su madre vaya a saberlo, tienes derecho, y la autobligando de seguir amando a esa persona. Pues ahí no queda todo, yo voy más allá.

Ahora parece que también la homosexualidad es una opción estereotipada, de las que hablábamos. Si debes elegir tu identidad sexual, debes elegir, por obligación social entre la heterosexualidad o la homosexualidad, o eso parece. ¿Y si no quiero ninguna de las dos? ¿Y si quiero las dos? ¿Qué pasa por elegir libremente? Nada, soy libre de elegir y elijo mi propia identidad, soy yo quien elige y quien vive con su elección, quien asume sus consecuencias y por ello, yo, y nadie más que yo, elijo. Y ya está. Y si me queréis llamarme degenerado por elegir un camino donde no rechazo nada, o llamarme desesperado, haced lo que queráis, porque siempre os podré decir "que soy LIBRE" y feliz con mi elección. Buenas tardes.

(P.D. Hoy me he puesto un pelín agresivo, pero a veces ciertos temas me tocan la moral).

martes, 8 de enero de 2013

¿Por qué mirar hacia delante?

¿Por qué mirar al frente? ¿Por qué mantener el cuello erguido en esta vida? ¿Por qué seguir luchando, incluso cuando ni siquiera hay algo que recompensa el esfuerzo? ¿Por qué seguir sufriendo, seguir cargando con el castigo de la frustración, el dolor, el cansancio del pelear? ¿Por qué?

Yo no lo sé, por eso lo pregunto. Muchas cosas en esta vida te hacen plantearte esa pregunta, "¿por qué?". Suena todo muy místico, sí, pero es cierto, hay una serie de momentos en nuestra vida que te llevan a preguntarte sobre las cosas, sobre su origen, sobre su causa, que te llevan a plantearte si de verdad lo que estás haciendo merece la pena, si de verdad te da tanto como promete. Sí, sí, sé que podrás pensar que estoy loco, o que hoy estoy más reflexivo de o normal, pero, en fin, todo lo que escribo tiene su lógica y su motivo. Y esto, aunque ya viene desde mucho tiempo atrás, está haciéndose cada vez más fuerte desde hace unos meses. ¿Crisis de la madurez? Por Dios, no, o al menos eso espero. No quiero que ahora ya que tengo la edad "suficiente" para ser reconocido en esta sociedad como alguien que tiene palabra, me venga una crisis. 

Pero independientemente de todo ello, es cierto, muchas veces me pregunto. como todos, si merece la pena lo que estoy haciendo. ¿Merece la pena seguir luchando por algo que ves imposible, o que ves que no te conviene, o que no es para ti? ¿Merece la pena seguir sufriendo por algo que aunque todo el mundo comente y algunos afortunados tengan, siempre, y siempre es siempre, en tu experiencia lo único que hace es jugarte malas pasadas? Y sí, con esto último me refiero al amor, o a como lo quieras llamar. ¿Realmente merece la pena luchar por un imposible? No, o al menos eso he descubierto yo este verano.

Dios, sé que no paro de hablar de este verano, ni hacer referencias a lo doloroso y triste que ha sido, pero es que en verdad me ha marcado demasiado, me ha hecho mucho daño (alguna alegría también ha habido), me ha derrumbado, tanto que hasta hace casi un mes seguía tirándome en la cama, perdiendo el tiempo por las tardes y destrozando mi vida estudiantil. ¿Quién sabe, quizá ya me esté recuperando? Al menos, lo estoy intentando y algunos frutos he cosechado.

Pero mi verano no es una historia de esas que interese mucho, de esas adornadas con literatura de la buena, de esas historias que por llevar un nombre, engancha, o que por estar firmada por tal persona, ya es famosa, no, mi verano, mi vida, no es plato interesante para nadie, sólo para mí, y en cierta medida, eso está bien. Quizá cuente algo más sobre mi verano, pero hoy no podrá ser, tendrás que esperar a mañana, o quizá a la semana que viene, ¿quién sabe?

(P.D. Ya le estoy cogiendo gusto a eso de escribir en segunda persona, creo que voy a continuar así, sé que suena raro o loco, pero me gusta).

lunes, 7 de enero de 2013

Y siempre terminamos cayendo.

Mira, no es porque quiera ser pesado ni nada de eso, no, ni mucho menos. Lo que sucede es que es algo característico de mí lo que voy a contar y es algo que me marca tanto que ya no lo puedo evitar. Siempre que hablo sobre ello con alguien me da a entender algo así como que estoy desesperado que intento buscar a alguien sin pensar, para compartir mi vida, pero no sé qué decir.

No creo que sea eso, y no estoy intentando justificarme, qué va, solo que no lo veo así. Verás, yo tengo una tendencia, que siempre se repite y no puedo interrumpir, de enchocharme enseguida con alguien, encapricharme, pillarme, o como lo quieras llamar, el caso es que con poco me basta para "fijarme" en esa persona. Por lo general no me fijo en una cara bonita ni un buen cuerpo, porque me cuesta "sacarle la belleza" a algunas personas de las cuales me empiezo a, digámoslo así, "calcar". Sólo me basta con sentirme a gusto con esa persona, con sonreír, con verle el atractivo del momento, de su compañía. Se supone que es un preenamoramiento, pero no suele llegar más allá del capricho, y para entendernos, no es nada sexual, bueno, a veces sí, yo que sé.

Y ese es mi problema, me fijo muy pronto en las personas, como buscando algo más, incluso en personas desconocidas o en las que conozco por una simple cuenta de Twitter. Sí, soy muy precipitado, pero creo, y ahí puede que me equivoque, que ya he encontrado el motivo. Busco que me quieran. Puede sonar raro, pero es así, busco el sentirme querido, el agrandar una relación con una persona para que me quiera, sentirme especial, no sé. No busco enamorarme, porque el amor me ha hecho mucho daño en varias ocasiones, pero sí encontrar a ese príncipe o a esa princesa azul. Sé que es de locos, que es de ser poco prudente y de vivir sin pensar en que a veces las personas no pueden ser muy buenas, por eso que se llama desconfianza, que parece que a mí a veces me falta. Pero debo contarte una cosa, me entrego, de verdad, siempre busco algo más que un hablar o pasar el rato juntos, busco poder entregarme y que se entregue la persona en cuestión (nota: no tomes el entregarse como algo corporal o algo vinculado con el amor. Tómalo como querer algo más).

Y ya vuelvo a empezar con mis paranoias. Así que creo que voy a dejar de escribir. Lo dicho, me marcho. Espero que no me juzgues precipitadamente, que por culpa de esta "manía" lo he pasado muy mal (ahora es cuando recuerdo el verano de 2012 y te aburro un poco, pero nada de eso, bastantes penas tienes ya en tu vida como para que te contamine con las mías. Además ya están superadas).

(P.D. La próxima vez que me dirija a alguien, por favor, mátame).

Lo que a veces nos cuesta decir.

Y yo realmente no sé por qué ni cómo se me ha ocurrido la idea de retomar el camino de los blogs, la verdad es que hace bastante tiempo que no escribo y menos para después publicarlo, pero, ¡qué demonios! ¡De perdidos al río! Que aunque escribir cueste y a veces pueda parecer aburrido te ayuda a estimular la cabeza y de paso a poner en claro las ideas que tienes en mente. Cuando escribes, vas sacando de tu cerebro todas y cada una de las opiniones, pensamientos, sentimientos; que juntos, pueden llevarte a la desdicha, porque ¿quién en su día a día no tiene un momento en el que desearía mandar todo al traste por una simple acumulación de ideas y preocupaciones? Pues aunque no lo creamos, es así, el escribir te ayuda a deshilachar la maraña de la cocorota.

Pues bien, dejando a un lado este monologo al estilo "charleta de profesores" o "prólogo de un club de lectura", vamos a ello, con lo más difícil, proyectar todas tus ideas en una pantalla. Ya os digo que yo no soy nada ordenado, me gusta improvisar, la naturaleza, el ímpetu, el instinto, sobre todo si uso esto como vía de escape.

Principalmente escribo por un motivo, enfrentarme a mí mismo, hablar con mi interior y poner en claro cosas que me atormentan, me hacen feliz o incluso incomodan. No pretendo ni dar la tabarra a nadie, ni que nadie me siga por detrás leyéndome continuamente  no, yo no soy de esos, que de literatura barata, pobre y comercial ya está llena la Fnac.

Uso esto como un tablón de desgaste, para desgastar todo aquello que tengo encima, para lubricarlo bien en el trance de mi día a día y que así fluya mejor. Pues bien, está comprobado que hay momentos en tu vida en los que enfrentarte al blanco mortecino de una publicación vacía puede ser una opción mejor a desahogarte con alguien. Y eso es porque tenemos una tendencia natural a ser más nosotros mismos cuando no tenemos que dar cuentas de nuestros actos a nadie, cuando no hay nadie que nos juzgue. Muchas veces es el papel el mejor diván donde llorar, y poco a poco, lo vas aprendiendo.

Y diréis que estoy loco, y os digo, pues que sí, muy loco, es lo que tiene el vivir mi vida. Aunque, realmente no sé por qué estoy dirigiéndome a alguien, si ni siquiera alguien lo leerá. Bueno, sea lo que sea, voy a terminar que no tengo mucho que decir en esta entrada.

P.D. Si vas a estar todo el rato comentando tus actos y justificando tus imbecilidades, mejor no dedicarte a escribir un blog, dedícate a los churros que al menos aprendes repostería. Adiós.