miércoles, 28 de agosto de 2013

La vida dentro del Caleidoscopio...

Llamadme Drama Queen, o King en su defecto, pero me da igual. Vuelta de tuerca, se vuelve a repetir lo mismo de otras veces y aunque me duele como cuchillo al pecho ya me conozco todo, incluso me aburre.

Otra mosca matada de un colazo. Fuera dobles sentidos guarros, esto es de verdad. Tengo el corazón partido en dos, como se suele decir, y no sé qué partes corresponde a cada lado, pero una me pide volver a enamorarme/engancharme/encapricharme... (Llámalo x) y la otra me lo prohíbe. El cerebro no quiere hablar con el corazón, están enfadados desde la última vez. Pero es luego ir al juego de miradas y caer. 

Todo comienza con eso, con un cruce de miradas, tú no sientes nada, ni siquiera te has fijado en la otra persona, pero un cruce de miradas y comienza todo. Simplemente quizá fue una mirada de asco, de vergüenza o vete tú a saber por qué demontres te miraba, pero la cosa es así: te mira, le miras y te quedas con el bicho tras la oreja de por qué te ha mirado, te fijas y vuelve a mirarte (puede ser simple casualidad) pero en tu cabeza queda el hecho grabado. Con el paso de los días reflexionas y en tu cabeza se repite la misma imagen hasta que finalmente eres tú quien buscas las miradas, a veces las consigues a veces no (a saber también por qué te mira otra vez) y de ahí a sentir atracción (no física primero), dos migajas de pan. Incluso empiezas a encontrarlo atractivo dentro de su mediocridad (no se tome esta palabra en su sentido malo, lo mediocre es lo normalillo, nada del otro mundo) y si me apuras hasta imaginas el día a día con esa persona, todo en poco tiempo, en pocos meses o días, puede que semanas. 

Y claro, siempre hay días que se presentan oportunidades de lanzarte pero las echas a perder y finalmente descubres que no te apetece seguir (como a mí no me apetece terminar de escribir esto, se me ha ido el hilo y escribo cosas que se me vienen a la cabeza). Y te deprimes porque ves que todo aquello que ha pasado ha sido obra de tu puñetera cabeza que lo ha imaginado y creado, pura fantasía y ficción. Y todo a veces sin saber su nombre ni nada. Y caes en bajón, como tantas otras veces. Y te castigas pensando en lo solo que estás y que nunca encontrarás a nadie, naciste para estar solo, siempre lo has sabido. Y vuelves a la cabeza que se tortura y te autoflagelas la mente. Quizá nunca sea fantasía y realmente el otro quiso algo, pero tu cabeza lo cortó y tú también por hacerle caso a la gilipollas. En mi opinión, creo que la cabeza juega así con nosotros porque está enfadada con el corazón por algo que le hizo y quiere vengarse. Sea lo que sea, la vida se ve igual de mierda desde el caleidoscopio. 

Pero no se puede hacer nada por cambiar, puede que un día vengan príncipe o princesa a salvarte, o quizá vinieron y esos pensamientos no fueron creados sino verdaderos. Ay, mira, yo qué sé, de nuevo la incertidumbre arde en la lumbre (Eso es de Gaite, ¿lo has notado?) y nos jode mucho. Aquí cada uno con su drama que yo acabo esto. Encima llevaba dos párrafos diciendo tonterías. 

martes, 27 de agosto de 2013

Nacimos para morir. Es un hecho.

Nacimos para morir. No es sólo el título de una canción de la Frankestein del Indie, como la llaman, ni tampoco un eslogan comercial con el que identificar a miles, qué digo miles, millones de jóvenes románticos al estilo John Keats que buscan rozar la muerte para sentirse vivos, no. Decir "Nacimos para morir" es decir una gran verdad; pensarlo, una dulce locura enjugada en veneno, en el morbo de sentir qué es la muerte e intentar saborear qué ánimo tendremos cuando llegue ese momento. Susurrar "nacimos para morir" es repetir en voz baja lo que nuestra mente lleva dándo vueltas horas, e incluso días, pero que vocalizamos con poco aliento para a ver si así cobra efecto distinto, como cuando al rezar lo hacemos con susurros por si acaso Dios no nos oye y no puede hacernos realidad las peglarias.

Pero otra cosa distinta es analizarlo. "Nacimos para morir" eso es un hecho, un hecho indescriptible, pésimo y a la vez atractivo. Todo en esta vida, absolutamente todo tiene fecha de caducidad. Aprendí de una serie, que si la vida tiene algún valor, ese se lo da la muerte. Si nada en este mundo no tuviera fecha de caducidad no se aprovecharía. ¿Dónde quedarían las típicas notas de "Antes de morir quiero ir a Venecia"? Si no hubiese muerte nadie iría a Venecia, ni nadie le construiría a su hijo la típica casa de madera en el jardín; siempre diría: "mañana lo hago" y nunca lo haría, el mañana se transforma en la sucesión infinita del nunca; en una hilera de pensamientos muy precipitados pero sin carga de decisión.

La muerte nos hace valer lo que valemos, en parte, y hace valer nuestra vida también. Sin muerte la vida sería una eterna sucesión de cosas y quizá nunca se sucedieran porque no habría tope límite para proponerse nada; no existiría la promesa y todavía con menos razón se pondría en práctica aquella operación bikini que desde hace cinco años llevamos anunciando el día Nochevieja.

El nacer no sería el nacer sin el morir y las grandes cosas de la vida tampoco serían grandes; no habría grados entre lo que es bueno o lo que gusta y lo perfecto (que quizá no exista en la Tierra). Así que escoge tus últimas palabras, esta es la última oportunidad porque NACIMOS PARA MORIR.